18 octubre, 2006

El paisaje

Imaginemos que tenemos dos montañas. Una lejos en el horizonte y una cercana. La cercana se ve mucho más grande y la lejana se ve pequeña y sin importancia
De la cercana observamos su color verde, sus árboles, las piedras del camino y los arrollos. Y nos gusta. La lejana se ve seca, pelada y suponemos que está llena de alimañas pero, como desde lejos no se ven, no le damos más importancia.
Nosotros vamos por un camino que bordea a las 2 montañas. Cuanto más andamos, más cerca tenemos a la montaña alejada y más lejos a la cercana. Llega un momento en el cual estamos a la misma distancia de las dos montañas y entonces decidimos si nos gusta el paisaje. No vale mirar solo una de las dos montañas, tenemos que mirarlas a las dos y decidir. Si nos gusta el paisaje, nos gusta con todo y si no nos gusta, no nos gusta a pesar de lo que sea. Ahora, imaginemos que alguien nos pone en antecedentes. A esa persona lo que le ha quedado más claro es la imagen de la segunda montaña. El paisaje le ha parecido desolador y no le ha gustado nada de nada. Y antes de llegar te avisa. Conforme vas viendo el paisaje tienes en la cabeza la idea de que no te va a gustar por lo que te han contado. Pero, cuando empiezas a ver la visión completa de las 2 montañas crees que a ti sí te gusta el paisaje, aunque conforme observas y observas, lo haces esperando continuamente a que tenga razón la persona que te ha hablado anteriormente de las montañas. Y es cuando el filtro de otra persona te impide disfrutar y distinguir claramente tus propias ideas.
Me gustaria ser tan libre como para poder no prejuzgar a la gente por ideas de otros.

16 octubre, 2006

El bote de miel

Tengo un bote de miel. El bote de miel está incrustado en una caja grande. Está tan incrustado que no veo el final. Al principio, pensaba que solo había un par de cucharadas de rica miel. De hecho, hay una advertencia que brilla en la tapa del bote que dice claramente: "Solo hay 2 cucharadas" Pero, me he dado cuenta que sigo tomando cucharadas y que sigue habiendo miel dentro. Pero, no quiero que se acabe, así que para no engancharme y para no gastar demasiado, no como todos los días. Me lo voy racionando. No estoy constantemente rondando el bote. Paso por delante, lo miro de reojo y pienso, Bah! mañana, mañana me tomaré la última cucharada que queda. Porque he decidido tomármelo así, como si solo quedase una cucharada dentro del bote. Así no me quedaré demasiado chafada para cuando vea que ya no queda nada dentro.

09 octubre, 2006

Otra historia

Me contó mi madre el sábado una historia. Mi vecina a la que conocemos de toda la vida tiene cataratas. Son casi inoperables y seguramente se quedará ciega. Hace años la tuvieron que operar porque se quedó ciega momentáneamente.
Uno de los mejores médicos que hay en España le dijeron que era uno de Barcelona y fue allí a operarse. Es el mejor y también de los más caros. Le operaron y le devolvieron la vista. Y a la hora de pagar le hicieron pagar 5000 pesetas. Entonces mi vecina preguntó que porqué le cobraba sólo eso. Y el médico le contestó que cada uno pague lo que su economía pueda. Que otras personas pagan más porque su economía es más boyante. Para echarse a llorar de la emoción. Hay gente que es buena y hace que confiemos en las personas.

01 octubre, 2006

Echando la vista atrás

Hace ya unos 10 años estaban echando en el canal plus una sesión romántica. Todos los viernes, creo que de Abril, echaban una peli romántica de las que me gustan ver con chocolate y klinex. No llegué a ver las 4 pelis que echaban pero sí me acuerdo de las 3 que vi: Sabrina, El último caballero y Mientras dormías. Hoy han echado ésta última. Será película pastelón donde las haya pero me encanta. Por supuesto si hubiera llevado rimel, no hubiese quedado rastro alguno sobre mis pestañas y estaría esparcido todo sobre los párpados inferiores. Fue la rematadera. Cuando las vi, tres fines de semana seguidos, estando con una persona de la cual yo estaba completamente enamorada y que me trataba como si fuese basura. ¡Qué tristeza! Y tan sólo faltó una gotita, sólo una, para que colmase el vaso y me quisiera más a mí misma que a nadie. Hoy la he vuelto a ver, y me sigue encantando. Sólo que ahora pienso cuantas ganas que tengo de que me miren como lo hace Bill Pulman a Sandra Bullock.