- Cariño, baja a por sal.
- Sí mamá ahora voy.
Minutos más tarde...
- Pero, si yo lo que quería era sal fina y has comprado sal gorda! Ay! Que desastre! En fin, me apañaré con esto.
Dos lágrimas primero y después... todo un mar. Pero, qué inútil soy, ni siquiera soy capaz de comprar algo tan sencillo como sal.
Cuatro horas más tarde....
- Pero, ¿qué te pasa? ¿Por qué sigues llorando? No pasa nada, sólo es sal.
- Soy un desastre, ni eso soy capaz de hacer.
- A ti te pasa algo distinto, cariño. ¿Tienes algún problema en el instituto?
Otro mar de lágrimas junto con ataque de hipo. ¿Qué me pasa? ¿Por qué me siento así? Quizás sea que desde hace un mes no me habla nadie en clase. Quizás sea que desde hace un mes toda mi clase se ríe de mí. Quizás sea que cuando paso por el pasillo me golpean en el cuello a traición y no sé quien de toda la multitud ha sido. Quizás es que cuando bajo al recreo, tengo que irme a dar vueltas sola por la calle y subo sola otra vez a clase. Quizás sea que los trabajos en grupo, tengo que hacerlos sola. O no sé, que voy muy bien en clase pero, sólo en notas, porque lo que es mi vida social está vacía. Pero, tengo que ser fuerte. Esto seguro que es una prueba que Dios ha puesto en mi vida para endurecerme el carácter.
- Tranquila cariño. Ya verás como todo se acaba. Sólo tienes que aguantar los 4 años de instituto, que verás que se pasan en nada.
Con 14 años, 4 son una eternidad.
25 noviembre, 2005
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