19 enero, 2006

Anochecer

Ahora mismo toda mi oficina está en silencio. Tan sólo se oyen las pulsaciones sobre el teclado de los aquí presentes y un lejano murmullo de los coches que pasan por unas calles alejadas. Por la ventana aún puedo ver la luz del sol, mezclada con el reflejo de los fluorescentes sobre el cristal. He abierto hace un rato la ventana para refrescar un poco el ambiente y a través del hueco que he dejado está entrando una brisa muy agradable. Me siento relajada. Incluso puedo respirar profundamente y notar esa brisilla rozándome el rostro. Hace 2 minutos escasos que me ha entrado algo de fresco, así que he cogido la chaqueta de lana y me la he puesto. Prefiero ponérmela ha cerrar la ventana. Esta sensación me trae recuerdos al verano en el pueblo. A cuando anochecía y refrescaba el ambiente y me recorría un escalofrío por toda la columna vertebral. O a cuando estudiaba en la Almunia y nos salíamos por la noche a las escaleras de incendios de la residencia, simplemente a relajarnos. Esta sensación no la logra el yoga. Me están gustando mucho estos días que hace sol. Lástima que estemos en Enero y que seguramente aún quedan muchos días de frío y de cielos nublados. A mí es que estos días me hacen sentir que merece la pena estar aquí.

El color del cristal

Hace unos años estábamos en el baño de casa de mis padres pintándonos mi prima, mi hermana y yo. Nos íbamos de fiesta loca las tres por ahí. En esto que pasó mi abuela delante de la puerta y les dijo a mi hermana y a mi prima: “Con lo guapas que estáis seguro que ligáis esta noche”. Inmediatamente se giró hacia mí y me dijo: “Tranquila cariño, que del grupo de chicos el que sobre se pondrá a hablar contigo que eres muy maja”. En realidad no me afectó en absoluto lo que me dijo, me hizo gracia que se le viera tan descaradamente el plumero. Todo esto viene a cuento por algo que me dijo una persona este fin de semana. Podía no haberme dado por aludida pero, no lo pude evitar. Me comentó la persona en cuestión que las chicas guapas no suelen tener estudios porque cuando están en el instituto ya llenan sus vidas con otras cosas que no son los estudios. Vamos, que como son el centro de atención, no se proponen estudiar porque están pletóricas ya con su vida. Y que el resto: “complementáis la falta de belleza con simpatía y con otras cosas”. La utilización de la segunda persona del plural me hizo sentir del grupo de las feas pero simpáticas. A ver, que yo tengo espejos desde el día que nací. Sé perfectamente como soy. Ni soy guapísima, ni la gente me escupe por la calle. Tampoco soy una genio, ni absolutamente estúpida. Ni gorda, ni flaca. Y así podría seguir hasta el infinito con todos los extremos de adjetivos que existen. Sé que me encuentro en el centro. Podría describirse, para ser hiriente, que soy mediocre, porque me encuentro en el medio. Pero, yo prefiero pensar que así:
a. Yo me encuentro en el medio
b. La virtud se encuentra en el término medio
c. Por eso yo estoy llena de virtudes, así que soy una virtuosa.
A pesar de lo que me dijeron, tanto mi abuela como el “simpático” de mi amigo os juro que no asusto ¿eeehhh? Que soy normal.