05 junio, 2006

Estación Delicias

Que extraño, otra vez que se retrasan las obras de la estación de autobuses de Zaragoza. Se supone que ya va con un retraso de 3 años. Y luego se quejan de los retrasos en algunos proyectos informáticos! La pena es ver que hay pueblos que tienen su estación y llegar a una ciudad grande como es Zaragoza y encontrarse con que cada compañía tiene sus cocheras, separadas del resto de la humanidad. Las que más he utilizado han sido las de Ágreda, que mezclan varias compañías pero, a la espera de que entre en servicio la estación, sus cocheras se han quedado un tanto pequeñas y en muchas ocasiones los autobuses hay que irlos a coger a la calle. Y la verdad, alguna vez he tenido que pasar vergüenza. Vas viajando con alguien de otra ciudad y te preguntan que si te van a dejar tirado en la calle. Y claro, les tienes que explicar que sí, que no caben más autobuses en las cocheras. O el caso de que te pare alguien por la calle y te pregunta que dónde está la estación de autobuses. Y claro, les tienes que preguntar que a donde pretenden ir o de donde viene la persona que van a recoger. “Ah! De Madrid. Muy bien pues tienen que irse a la puerta del Carmen” “¿Que se van a La Almunia? Pues vayan a la avenida Valencia” “¡Ah! A las fiestas del Torico. Pues pregunten por el puente de los gitanos” “De Salamanca? Muy bien, vayan ustedes a la antigua estación del tren” En fin, que al final nos convertimos en expertos en compañías de autobuses y en dónde se encuentran instaladas. Así que seguiremos esperando lo que haga falta, porque no podemos hacer nada, a que tengamos por fin nuestra estación de autobuses. Por cierto, a mí particularmente, me viene fatal donde está situada. Demasiado lejos a mi gusto.

Piedra Pómez

Mi piel se ha vuelto piedra pómez. Es gris y áspera. Con esta sensación tengo miedo a ducharme, no vaya a ser que me haya vuelto azúcar y me deshaga en la bañera. Y sobre mi pecho llevo una placa de plomo. No la veo pero la siento. Además sopla sueño. Lo ha traído el cierzo que yo lo sé. Un día me dijo que me traería el secreto para ser invencible, y así lo ha hecho. Ahora, no puedo correr porque la placa de plomo me lo impide y porque el sueño me vence, pero no le tengo miedo a nada porque me rebotará. Además, aunque las balas consigan traspasar el metal, sólo van a encontrar fría y gris piedra pómez.
Luna querida, creo que me he equivocado. Si mi destino es ser piedra, deja que siga siéndolo. Pero errar es humano y creo que preferiría ser agua, para calar en todo el mundo, para moverme y para dar vida. Luna, si me escuchas, ayúdame, dame un beso y despiértame del sueño que me trajo el cierzo.