Sábado 18 de Marzo, el día que decidimos celebrar el cumpleaños la hermana de “la poli” y yo. Habíamos fijado el día en el cual “la catalana” podía estar en Zaragoza. Ya lo había comentado en el blog y alguna persona me había preguntado qué quería de regalo. Es la típica pregunta con respuesta fácil y bastante bruta. Eso si conoces a la persona claro, pero si no la conoces hay que responder con suavidad. En realidad, mi intención era que se viniera la gente para conocerlos a unos y para ver a otros. Pero, el señor másmalo fue el que entró al trapo así, que estuve dando la coña hasta que se viniera. Tengo una teoría, si a mí me da vergüenza hacer cosas, a las demás personas la misma o más.
Por la tarde de aquel día me vestí guapísima (qué pasa! No tengo abuela!) y me puse dos kilos de maquillaje en la cara, que para eso era la celebración de mi cumple. Fuimos a cenar al Tablón que estaba todo riquísimo y los chicos de una mesa de la parte de arriba me subieron el ego como un metro por encima de mi estatura (es que me gritaron guapa! Bieeeennn!!!). A la hora de los cafés mis amigüitas sacaron los regalos (entre ellas Larisa y Sortilegio, claro). A la hermana de “la poli“ un bono de esos de belleza y unas sandalias. A mí dos camisetas super chulas (una de ellas super provocativa, no sé yo si me voy a atrever), un fulard verde brillante, un libro de una tía que escribe en un blog (mi vida perra. Diario de una treintañera cualquiera) y un bote de mermelada de manzana con pasas a la sidra (la de cosas que se pueden hacer con la mermelada). De allí nos fuimos al Clochard, nuestro bar premarcha. Estaba hasta arriba. El dueño me saludo muy simpático (vamos mucho pero, no pensaba que nos conocería al entrar) e intentamos hacernos sitio porque estaba hasta arriba. Cuando ya llevábamos buen rato, vi por el rabillo del ojo que llegaban Elmasmalo y Raist. Claro que conocer, conocer, sólo conocía a Raist. Me volví a mis amigas y avisé ¡Eh! Que ya están aquí. Nos presentamos y estuvimos ahí hablando un ratico hasta que todos hubimos terminado las copas. Entonces nos marchamos a La campana de los perdidos que a pesar de ciertas críticas por la música (a mí no me pareció que estuviese mal), se estaba de coña porque se podía hablar y teníamos hueco. Sí ya sé que a lo mejor hubiese preferido la gente ir a un bar de los que no te entiendes ni gritando. Haber terminado gateando por el nivel de alcohol en vena y no haber podido cruzar ni media frase con las nuevas incorporaciones al grupo porque no nos oigamos. De allí la gente se fue para casa menos: Elmasmalo, Gingerol de Jengibre, la hermana de “la poli” y yo. Los cuatro fuimos en busca de un bar que estuviese abierto. Total que de un sitio a otro así hasta que dijimos que a casa chatines que lo que está abierto es una mierda y el resto está cerrado. El caballero del grupo, gentilmente se ofreció a que le acompañásemos al otro lado del Ebro para llevarnos en coche a casa. Sinceramente, un sábado a las 5, después de haber bebido (aunque sea poco), y con cansancio, prefiero que me atraquen por el camino a que alguien coja el coche. Así que dos besos y cada mochuelo a su agujero, andando bajo la lluvia. Me lo pasé genial. Un gran día y con un final pasado por agua.
PD: masmalo lo del revolcón bajo la lluvia quedamos que no había que contarlo ¿verdad? ;o)
20 marzo, 2006
Los domingos
Ayer fui a ver la última película de Almodovar. Está calificada como comedia. Ufff! Comedia tipo la de Mejor imposible, de estas que te pegas media película intentando aguantar las lágrimas. Además el día lo propiciaba. Llovía a cántaros. El paseo Independencia lleno de gente metida en los porches. Además los domingos son los días de la depresión. Es decir, sin motivo aparente te encuentras deprimido. Antes era porque me pegaba 3 horas y media metida en un autobús y así pasaba toda la tarde. Ahora es una mezcla de cosas. Primero, el alcohol ingerido el día anterior, todo el mundo sabe ¿verdad? que el alcohol es un depresivo. Segundo, las horas dormidas. Normalmente los domingos no puedo dormir mucho. Así que cuando me desperté había dormido 4 horas y media. Y a poco me desayuno un vaso de leche con dos cucharadas de sal. Menos mal que mi compañera de piso vio lo que estaba haciendo: me intentaba suicidar tomandome una mezcla realmente asquerosa. A esto hay que sumarle la imagen que me devolvía el espejo, con ojeras, el pelo rizado y encrespado y las mejillas y los labios sin color. Si sumamos todo esto a que llovía pues, tachán! sale un día gris para la cabeza de cualquiera. Pensé que lo mejor sería ir al cine a ver la del Almodovar a ver si me arregla un rato. Arreglarme, arreglarme no me arregló, me encantó la película, de verdad pero, era más triste incluso que el domingo en si.
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