24 enero, 2006

Días de verano


Cuando yo era pequeña los domingos por la mañana nos íbamos con mi padre y mis hermanos hasta la Cartuja. Cogíamos las bicicletas y nos íbamos a pasear. A veces parábamos al lado de alguna higuera y cogíamos los higos que nos ofrecía el árbol. Si el día anterior había llovido, íbamos por los ribazos a buscar caracoles. Alguna vez recuerdo que mi padre tuvo que disculparse ante el labrador por estar metiéndonos es sus campos. No sé si alguna vez conseguí coger un caracol válido. Recuerdo que siempre me decían que lo que yo había cogido sólo eran caracolas. Había que cogerlos gordos y oscuros. Las blancas no valían. También recuerdo ver muchas babosas. Qué curioso! Me gustan los caracoles un montón y las babosas me parecen repulsivas y ya no digamos si tengo que pensar que me las voy a comer. Puaj! Otra cosa que hacíamos con mi padre era coger regaliz. Él trabajaba al lado de lo que es ahora el Príncipe Felipe. Justo donde están los aparcamientos de enfrente, antes no había nada. Sólo crecían unas matas de regaliz. Íbamos allí y con cuidado desenterrábamos las plantas para sacar la raiz. Luego cuando llegábamos a casa lavábamos bien las raíces y las cortábamos. Y finalmente yo las regalaba en clase porque nunca me ha gustado el regaliz.
Si alguna vez soy premiada con la maternidad, no seré capaz de regalar a mis hijos esos momentos tan bonitos que mi padre me regaló a mi en esos fines de semana.

T.V.


La poli y yo nos fuimos a comprar un televisor. La verdad es que en casa teníamos uno, pero era demasiado pequeño, de palmo por palmo (yo es que esto de las pulgadas sigo sin cogerlo). Habíamos estado mirando unos cuantos en el Crastinente pero, el que nos gustaba justamente no lo tenían mas que expuesto y el del expositor no nos lo vendían. Así que volvimos a pasar por Minó. Como todo el mundo sabe Minó está dentro del propio centro comercial del Crastinente, así que todavía íbamos con el carro de la compra llenito a rebosar de comida y demás artículos. Para entrar a la tienda nos turnamos, ya que no queríamos molestar con el carro de la compra. Primero entró mi amiga, la poli, a ver precios, tamaños, etcétera. Luego salió a quedarse con el carro y me dijo que mirara unos que le habían parecido bien. Entré y me quedé mirando dos que había en la esquina, cuando de repente se acercó un amable dependiente:
- Hola buenas, ¿qué desea?
- Hola, mire estábamos mirando televisores y la verdad es que nos han gustado estos dos de ahí pero, un momento porque vamos con el carro de la compra y nos vamos turnando para entrar.
- Tranquila, no pasa nada, podéis entrar con el carro. ¿Qué has venido¿ ¿Con tu novio?
- <Cara de idiota, no no es mi novio es mi... es mi... es mi...>
- Ah! ¿Perdona con tu marido?
- No, no, he venido con... <segundos larguísimos... compañera...no que pensará que soy lesbiana (qué más le dará a él)... amiga... no no, eso es peor, también parece que lo sea. Ya sé! > ...con mi compañera de piso.
- <Sonrisa de medio lado y arqueo de ceja> Ah! Compañera de piso...ya! Bueno, pues dile que entre.Fui a buscar a la poli toda colorada y entró con el carro. Entonces el dependiente nos enseñó varios televisores pero, uno de ellos era demasiado grande.
- No, tan grande no puede ser porque se nos va a comer todo el salón. (yo)
- Istérica, no digas eso que se va a pensar que tenemos un salón muy pequeño. (la poli)
- Ah! No, no, el salón está muy bien de tamaño pero, está dividido en dos ambientes (yo)
- Jajajajaja! Dos ambientes! Jajajaja! (la poli)
- <tierra trágame> (yo)
Al final el televisor nos lo compramos allí y el dependiente seguro que ese día tuvo una anécdota a contar.