23 noviembre, 2005

La abuela tacatá


Hace ya un año y pico que entré en la empresa en la que estoy actualmente. Más o menos desde que volví de Barcelona. En todo ese tiempo conforme iba conociendo a mis compañeras les he ido contando historietas. Todas las historietas que me han ido sucediendo a lo largo de la vida. En Barna, mi antigua compañera de piso me ha dicho alguna vez que me tendría que meter de contadora de cuentos, porque cuando estoy contando las historias, me meto dentro de ellas y las vuelvo a vivir. Todo esto va porque aquí, en el trabajo, ya me autodenomino la abuela tacatá (tacatá sería mi apellido pero, como que no lo voy a poner, jejeje!). A cada cosa que cuenta alguien, me acuerdo de una anécdota que pega totalmente. Y claro, al principio aún puede resultar graciosas mis historietas pero, es que como he dicho al principio, ya llevo año y pico aquí. Así que en estos momentos ya empiezo a repetirme, como el ajo. Aunque le ponga todo mi énfasis en contar la misma cosa, no deja de ser exactamente lo mismo. Es más, creo que escribo aquí para que alguien me aguante las chorradas que cuento. Jejejeje! Mi abuelo Joaquín (precioso nombre donde los haya) siempre nos contaba historias repetidas y nosotros siempre íbamos a preguntarle: “Yayoooo, ¿cómo era esa historia que....?” Y recuerdo que me encantaba. Mi abuelo era rubio de ojos azules, así que al menos he sacado sus ganas de contar historias (bueno, y su color blanco lechoso).