28 diciembre, 2005

El viaje en autobús

Recuerdo perfectamente esto y creo que nunca se lo he contado a nadie por vergüenza.Cuando trabajaba en Barna, casi todos los fines de semana iba y volvía a Zgz en bus. En estos de Alsa que hacen el viaje de seguido sin ninguna parada por entre medio. Normalmente lo que hacía era dormir 3 horas sin parar y media horita medio despierta. Otras veces, las menos, ensoñaba despierta. Me encontraba en una especie de semi consciencia inventando historias que iban surgiendo sin forzarlas mi yo consciente en absoluto. En uno de esos viajes mi estado mental me hizo ensoñar algo sexual. Con lo cual me iban subiendo unos calores por todo el cuerpo y me iba excitando poco a poco. Creo que podría haber llegado al orgasmo sin moverme, sólo con la mente y con mis ensoñaciones. Al lado y bien pegado, puesto que esos asientos son un tanto estrechos, tenía sentado a un hombre de alrededor 50 años. Bien plantado, grande (me encantan los hombres grandes) y bien vestido. Notaba su calor corporal perfectamente y el aroma de su piel. Lo notaba porque en mi ensoñación me estaba concentrando en su presencia para subir mis ánimos sexuales. Pensé que ojalá me rozara, aunque fuese levemente. Que ojalá se girara hacia mí después de rozarme y sin mediar palabra me besara frenéticamente mientras me acariciara todo el cuerpo. Al fin y al cabo, una fantasía sexual es eso, sólo una fantasía y vive muy bien ahí, encerrada en la cabeza de las personas. No tiene tanta gracia si se hace realidad. Notaba cómo mi cara ardía, cómo me sudaban las manos, notaba mi respiración precipitada e intentaba disimularla. Me fui inclinando ligeramente hacia él, ya que me encontraba con los ojos cerrados como si estuviese dormida. Entonces noté el roce de su brazo con el mío. Movió el brazo no sé si de forma intencionada o no, invadiendo parte de mi asiento, con lo que su brazo ya no rozaba levemente el mío, sino que lo tenía apoyado sobre mi pecho. Con lo cual estuve a punto de terminar en un apoteósico orgasmo. No me moví para apartarlo de mí. En realidad, me gustó tenerlo así. No nos dirigimos la palabra en todo el trayecto. Y cuando llegamos a la Diagonal hice como si me despertaba. Él retiró su brazo y luego bajamos del autobús y cada uno emprendió su viaje.