29 diciembre, 2005

Mi yayo Joaquín

Nacido el 6 de junio de 1912 en Moyuela, un pueblo de la provincia de Zaragoza pero, rozando casi casi con la provincia de Teruel. En realidad su nombre era Ricardo Joaquín pero para nosotros era el yayo Joaquín. Su madre se llamaba Mercedes y era de Monforte de Moyuela. Dicen que era blanca como la leche, rubia y de ojos azules, como mi abuelo. Yo he heredado sólo el color lechoso de su piel. Su padre no sé cómo se llamaba, tendré que preguntárselo a mi padre, más que nada para que no se me olviden mis raíces. Cuando cumplió los 9 años su padre murió. Creo que eran 6 hermanos y su madre estuvo sosteniéndolos hasta que terminaron de estudiar, cosa encomiable en aquellos tiempos que no les dejaban terminar de estudiar. Cuando terminó los estudios con 14 años se lo estuvieron pasando entre sus tíos. A los 18 se fue a Barcelona a casa de otros tíos a trabajar. Allí estuvo en un colmado al que fue a trabajar según sus propias palabras porque a pesar de que cobraba poco, al menos comía. Se levantaba a las 5 de la mañana para ir a comprar las cosas frescas para el colmado y se iba a la hora de dormir. De ese trabajo se fue porque sus tíos le dijeron que no era suficiente lo que cobraba. Se puso en una fábrica química textil. En ese tiempo él recordaba que instauraron la semana inglesa, que consistía que los sábados no se trabajaba. Allí estuvo hasta que necesitaron el puesto para el hijo del dueño de la fábrica. Para hacerlo un poco legal, les pusieron un examen a él y al hijo del dueño, y el que lo sacara mejor se quedaba con el puesto. Bueno, esa táctica no me la creería ni yo ahora, así que antes que había más tráfico de influencias es de creerselo menos todavía. Después lo llamaron a filas y allí tuvo que luchar contra sus hermanos ya que les tocó en bandos opuestos. Recibió un balazo por el cual le dieron una medalla y cuando se recuperó, calló enfermo de fiebres malta. Volvió a los pueblos de Zaragoza botando entre tío y tío hasta que finalmente se volvió para Moyuela. Al volver con 30 años al pueblo, conoció a mi abuela y se puso a trabajar de sastre. Mis abuelos se casaron a la vez con el hermano de mi abuelo y su mujer, así resultaba más barata la boda. Ese mismo día cogieron un pollo guisado, se montaron en un carro y se fueron a Fuendetodos a trabajar, porque allí no había sastre. Siempre nos contaba los chanchullos que tenían que hacer para conseguir aceite y otras cosas de comer. Las iban a comprar al mercado negro y las escondían debajo de fardos de ropa. Con las cartillas de racionamiento no llegaba para comer. Tuvieron a mi padre y 4 años más tarde a mi tía. Ella nació ya enferma del corazón y vivió hasta los 21 de hospital en hospital. Cuando mi padre cumplió los 9 años, se fueron a vivir a Zaragoza. Y allí estuvieron hasta el final de sus días. Siempre nos contaba historias que no hacíamos más que pedirle que las repitiera y las repitiera porque tenía una forma especial de contarlas. Le gustaba mucho la historia mundial y la historia sagrada. Con los años se había comprado enciclopedias y se las sabía de arriba abajo. Siempre pensó que le hubiese gustado ser cura, para poder comer y poder estudiar que era lo que más le gustaba. Menos mal que el destino no lo quiso así porque si no, no le hubiésemos conocido. De los 4 abuelos que he tenido, es el más cariñoso con diferencia. Nos sacaba al parque, nos leía, jugaba con nosotros, nos enseñaba a coser con su máquina...
Un beso yayo, que seguro nos reencontramos en otra vida.